miércoles, 16 de mayo de 2012

Los primates


Tierra Seca era un pueblo tranquilo y feliz que no tenía grandes inquietudes. Un miércoles de primavera llegó, a paso lento, un inmigrante peculiar. Se hospedó en una casa vieja, que le alquilaron a bajo precio. Tenía baja estatura y la piel morena. Los primeros días nadie se percató de su presencia, pero con el pasar de los días se fue haciendo popular. “El mono”, como lo llamaron, solía pasar días enteros trepado a la copa de los arboles, leyendo con entusiasmo un libro nuevo cada vez. Los vecinos del pueblo, boquiabiertos, observaban como reía a carcajadas o lloraba desmesuradamente con el suave pasar de las páginas. Era un hombre extraño. Nunca tenía problemas con nadie, sin embargo, en el pueblo comenzaban a maliciar en su contra.
Lola, vecina veterana del pueblo, llamó en nombre de todos los vecinos a la comisaría más cercana.  La policía buscó entre los árboles hasta dar con El Mono. Fue liberado por falta de alegatos a favor de la infracción.
Indignados ante la situación, luego de analizarlo con cuidado, llamaron a un instituto mental.
-Ese hombre está mal. Necesita ayuda.
Llegaron dos hombres fuertes con batas blancas.
-¿Puede bajar por favor?- pidieron.
-Por supuesto. ¿En qué puedo ayudarlo?- respondió con amabilidad.
No respondieron. Le pusieron un chaleco de fuerza y lo llevaron a un instituto mental. El psiquiatra asignado estableció que El Mono tenía serios problemas. Tratamiento: electroshock, receta de píldoras, reclusión.  
Luego de dos meses El Mono regresó al pueblo. Consiguió un trabajo y comenzó a pagar sus impuestos. Tierra seca volvió a ser el pueblo tranquilo y feliz que siempre había sido.

1 comentario:

monyquiya dijo...

que mal no?? somos monos electrocutados. yo pago mis impuestos. realmente me deprimio el cuento. pero esta EXCELENTE