jueves, 2 de abril de 2009

Homenaje a los escritores

El primer libro que leí se llamaba Misterio en el museo. Trataba de una unos niños que descubrían un pasadizo secreto en el museo de Buceo el cual llegaba al cementerio del mismo barrio. Era de aventuras. Lo leí en la escuela, a escondidas, mientras la maestra explicaba nuevas fórmulas matemáticas. Fue raro, apasionante. Aprendí a vivir otras vidas, a entender que las vidas ficticias son tan reales como las nuestras, que nada escapa de nada y que cada acción mundana formaba y forma parte de mí. A partir de ese libro procuré leer cada día. Mi nota en clase disminuyó debido a mi poca atención. La maestra se disgustaba cuando me descubría, llegué al punto de hacerlo para que ella se molestará, en parte la odié. Hoy le doy las gracias. Me hizo aprender a ser lo que soy y a instruirme en lo que me gusta. A partir de ahí nunca dejé de leer.
Con el paso del tiempo comencé a escribir. Yo era un alumno promedio. Un día la profesora de literatura pidió que hagamos un cuento. Me entusiasmé por primera vez en mi vida en algo que me solicitaban. Saqué la mejor nota, la profesora aprendió mi nombre y quiso exponer mi cuento. No se lo permití, a veces soy egoísta. Quisieron que representara a mi colegio privado en el concurso nacional, les dije que no quería. Seguí siendo un alumno promedio.
El caso es que a partir de esto comencé a refugiarme en las letras. A ser cómplice de los autores, amantes de sus mujeres, guerrero en sus guerras, lágrimas en sus tristezas. Admiro al escritor tanto como a un donante de corazón. Me enseñaron a oler el mar, mirar las estrellas, buscar la mujer imperfecta que me está esperando, filosofar en cosas sin sentido, tan divertidas como estúpidas y geniales a la misma vez. El mundo tiene un condimento especial gracias a esas letras que han quedado impregnadas en mí.
Gracias a todos aquellos puño y letra que han sabido cautivarme.
PD: espero no cautivarlos, se los aseguro…