viernes, 20 de julio de 2012

El hombre de ningún lugar


Porque soy el hombre de ningún lugar,
No arrullo ni hablo de futuros,
No avanzo ni retrocedo.
Espero. Espero.
Y a veces también veo.

Hace siglos que soy el hombre de ningún lugar,
El de las muertes,
El expulsado de mil tierras trémulas.
Inextricablemente invisible.
Solitario como los pájaros del mar.

Nunca le he visto al hombre de ningún lugar,
No existe más allá de unas pocas notas en el viento.
Anhelo errante, hermoso sueño,
Nace cada una de las noches
En la vigilia de su par inquieto.

Está muriendo el hombre de ningún lugar.
Insoportablemente desdichado
Renace en lágrimas amigas del invierno,
Pero cae y seguirá cayendo
En las obsoletas redes del ensueño.

jueves, 12 de julio de 2012

La caza de los monos


Enciendo un cigarro y ofrezco otro a Pablo. Le doy fuego.
-Por fin estamos llegando- digo.
Pablo conduce, yo le indico el camino con el mapa en las manos. Llevamos varias horas de autopista y caminos de tierra que zigzaguean por localidades perdidas entre los bosques.
-Qué bello pueblo- observa él.
Estamos rodeados de casas blancas, simétricas, con grandes ventanales de madera negra. Las calles son angostas y están vacías.
-Parece un pueblo fantasma.
-Lo que pasa Daniel- indica él-, que en este tipo de pueblos la gente se levanta muy tarde. Ten en cuenta que recién ha salido el sol.
Nos hemos escapado de nuestras mujeres, luego de dos años sin ser capaces de ello, y aquí estamos, otra vez,  para hacer lo que más disfrutamos en esta vida: cazar. La existencia se ha transformado en  un criadero de niños y horas interminables en oficinas con forma de latas de atún. Todos los sueños que teníamos años atrás se están lapidando poco a poco. Pero ahora, nada de esto existe realmente, tanto él como yo lo sabemos, cuando uno sale a matar su identidad y conciencia desaparecen, y queda en la superficie la verdadera esencia del espíritu. Y esto es lo que hemos salido a buscar.
En el horizonte una fila de pinos quiebra el mundo, arriba el cielo se expande tan azul como el mar, y nosotros, en la porción inferior, avanzamos errantes hacia el bosque profundo, en un coche viejo que suena a lata.
-Estuve leyendo sobre los monos araña- informo mientras busco el termo de café-, la wikipedia dice que son unos bichos muy mañeros. Van a ser una presa difícil.
-Hemos cazado leones Daniel, unos pobres monos no creo que nos causen problemas.
Sirvo dos vasos de café e indico que debemos doblar en la siguiente curva. El sol comienza a calentar con más fuerza a medida que se eleva en las alturas.
-Mira, mira- me dice señalando a un hombre viejo que se mueve cansadamente.
-Para, vamos a ver que nos dice.
Acerca el coche hacia el hombre y toca un bocinazo.
-Buenos días jefe. ¿Qué tal la vida por estos lugares?- le pregunto.
El hombre nos mira indiferente. Su piel curtida y bronceada cuelga de sus brazos como un pellejo frito.
-Buenos días. La vida por aquí es igual que en todos los rincones del planeta jóvenes.
-¿No sabe donde podemos comprar algo de comida?- pregunta Pablo.
-Sí. Un poco más adelante hay una gasolinera. Ahí conseguirán algo.
-Muchas gracias- respondo-. Le queríamos preguntar una cosa jefe. ¿Ha visto de cerca a los monos araña del parque?
Su rostro se tensa y, mirándonos con más detenimiento, dice:
-Esos monos están malditos. Me roban la comida mientras duermo la siesta, me rompen los platos, se cagan en la puerta de mi casa. He puesto trampas, pero solo atrapo ratas y serpientes
-Están malditos- digo echándole una mirada cómplice a mi camarada, quien aguantándose la risa, mira hacia otro lado-, cagan en las puertas de los vecinos del pueblo.
-Ahí delante encontrarán la gasolinera.
-Jefe pensábamos darnos una vuelta por el parque nacional del ejercito, donde habitan esos monos- informa Pablo-, ¿sabe si el cabo Ramos estará hoy por ahí?
-Supongo que sí. Todos los días está ahí.
-Muchas gracias y no deje que los monos se rían de usted.
Sirvo un poco más de café, Pablo acelera y llegamos a la gasolinera. Bajo.
-Tráete un par de cervezas.
Compro un par de bocadillos y otro de cervezas heladas. Le pongo aire a las ruedas y arrancamos. Por el retrovisor vemos la tierra levantarse,  atrás quedan los pueblos y las civilizaciones, las señalizaciones, la inflación. El cableado en los postes llega a su fin, muere en dos altas columnas de madera, y, finalmente, vemos atado sobre éstas un cartel antiguo que cuelga sobre el camino. Reserva de flora y fauna, Parque del Ejercito Nacional.
Pablo me golpea brutalmente el hombro mientras exclama sonidos de satisfacción, yo devuelvo el gesto de cariño. Abro las cervezas. Brindamos. Terminamos las bebidas de un largo trago. Al final del camino se divisa una caseta de guardia militar.
-Espero que esté el tal cabo Ramos- dice Pablo.
Llegamos a la rudimentaria guardia, formada por una silla metálica y una barrera de madera torcida. El militar, moreno y de abundante bigote, se acerca al coche.
-Buenos días caballeros. ¿Tienen los permisos necesarios?- inquiere.
-¿Cabo Ramos?
-Si.
-Recuerda que hace unos días hablé con usted por teléfono y le comenté que pasaríamos con un colega…
-Ah sí, sí.
-Aquí le dejo lo suyo- dice arrimándole un sobre cerrado.
-Muy bien.
Nos echa una mirada seria y levanta la barrera. Pablo mete primera y avanza.
-¿Cuánto le dejaste?- pregunto-, te tengo que pagar la mitad.
-Tranquilo, esta vez invito yo.
Las copas de los altos pinos se pierden en la altura. Dentro del parque, el sol apenas se ve, intermitente, entre la espesura de la flora lozana, colmada de ruidos de incontables animales que delatan nuestra presencia invasora. Pablo estaciona el coche cerca de una cabaña del ejército que parece vacía. Descargamos los rifles, las cantimploras y verificamos que todos los elementos estén en su correcta forma.
-¡Que hermoso día para cazar!- digo.
Comenzamos a caminar, adentrándonos a la maleza, por angostos senderos que denotan uso habitual.
-Creo que mi mujer tiene otro- dice Pablo.
-¿Qué?
- Bueno, no estoy seguro, pero tengo mis dudas.
-No creo que Alicia te engañe. Te quiere un montón.
-Me engaña Daniel. Estoy seguro, nunca le encontré con el otro. Pero estoy seguro.
-Bueno, no sé qué decirte. Piensa que las cosas…- me interrumpo ante un grito agudo que baja de los árboles.
Pongo el dedo índice en el gatillo, encorvo la postura y doy lentos pasos, atento, al acecho, Pablo me imita y dice en voz baja:
-Ahí están.
Nos deslizamos entre las ramas y las hojas. Se escucha el ruido de un rio cercano que avanza con ímpetu, el viento mueve los árboles de aquí para allá.
-Ahí- dice Pablo señalando con el índice.
Un mono de manto negro y cabeza rojiza nos mira desafiante desde la copa de un pino. Parece que tenga cinco miembros, pero me doy cuenta que uno de ellos es su cola, la cual está aferrada a una rama oscilante. Apunto y aprieto el gatillo. Fallo. El mono comienza a saltar de rama en rama hasta perderse de vista.
Le hago señas a Pablo y este me sigue. El bosque ha quedado en silencio, solo se escucha el sonido lejano de corrientes que chocan contra rocas. Al cabo de unos segundos, comenzamos a escuchar un sinfín de aullidos feroces.  Llegamos a una bifurcación en el camino. Dos monos resurgen de entre las ramas y se miran entre sí. Comienzan a moverse en sentido contrario al otro, uno hacia el este y el otro al oeste. Salgo en busca del que va hacia el oeste.
-Coge al otro- le digo a Pablo.
Corro con todas mis fuerzas, concentrado en no perderle la pista. Va saltando de rama en rama con una velocidad impresionante, no me da tiempo a apuntarle. De todas formas lo intento, apoyo el rifle en mi hombro y mientras corro me dispongo a disparar. De pronto, el suelo se quiebra y caigo. Me golpeo todo el cuerpo. Aterrizo en un pozo húmedo y profundo. Me toco la cabeza, tengo sangre. Miro hacia arriba. Un círculo bastante grande, cubierto por finas ramas y hojas secas, delata la forma de mi cuerpo que ha quedado dibujada tras mi caída. Escucho murmullos. Aparece un mono. Luego otro. Me miran e intercambian gestos. En seguida, la trampa se llena de monos que, curiosos,  alegres, se arriman escuchar mis quejas.
-¡Pablo! ¡Pablo!- grito.                            
Pero Pablo no aparece. Creo que Pablo no puede escucharme.

jueves, 5 de julio de 2012

¿Otro concurso?

Si otro. Por favor, votos.
Desde ya muchas gracias.
Lo encontraran como Coriano, Firma a ciegas.

http://www.todosleemos.com/concurso-obras.htm