El mundo
parece estar a kilómetros de distancia,
A las tres de la mañana.
Suspiros que duermen en voz baja,
Como mi voz que piensa y siente,
Pasea, solloza,
Calla.
La escucho acariciarme el cuello
y la cara.
Es por ella que no estoy tan
solo,
Es por ella que las cosas
permanecen a flote.
Estrella de pelo negro y piel
espumosa,
Arrúllame y sálvame.
Háblame.
En una noche más negra que ninguna,
Caen las lágrimas como caricias por
el suelo,
Y se quiebran
Todas aquellas cosas
Acostumbradas a no quebrarse,
Pobre estrella roja, triste aliento
de mar lejano.
Otro viento que anuncia el fin de
los sueños,
Donde se pierde la más bella de
las ilusiones.
Tus manos en mis manos,
Y los rescoldos de mis ojos en
tus ojos.
Caigo y seguiré cayendo,
En el manto desgarrado de la más
fiera humanidad.
domingo, 27 de mayo de 2012
viernes, 25 de mayo de 2012
Lágrimas en el viento
El despertador sonó tres horas antes de tiempo, no
sé porqué. Siete de la mañana. No era cualquier día, tenía una importante
entrevista de trabajo. Llevaba tres meses sin empleo, y los pocos ahorros que
tenía, se perdían como cataratas de cerveza por mi vejiga. Sofía me había
abandonado y llegaban rumores de su conocido romance con el peluquero del
barrio. Afuera, se escuchaba la fuerte lluvia en las calles. En fin, mi único
deseo en el mundo era dormir, pero el despertador estaba escondido en algún
recoveco de la habitación y jugaba a no ser encontrado.
En el camino hacia la meada matinal me pegué con una
silla en el dedo pequeño del pie. Le eché una sonrisa al espejo del baño y me
dije que ese sería mi día y que nada podría vencerme. El tipo del espejo no
respondió, se limitó a mirarme con cara de perro hambriento. El despertador
seguía sonando, lejano, jocoso, semejante al
llamado visceral del mismísimo Satanás. Me senté en el inodoro, algo
estaba mal. Hemorroides. Ardor anal. Me metí debajo de la ducha y me puse a
soñar. Soñé con comidas costosas, montañas nevadas, hadas, aeropuertos y
relojes rompiendo la estabilidad.
La entrevista era a las tres de la tarde. Preparé café y tostadas. Encendí el televisor
y observé los deportes, mi equipo había perdido por una diferencia de siete
goles, un nuevo record en la liga. Luego de las noticias mundanas, me situé a
planchar la camisa. Sonó el teléfono, la voz mecanizada de una joven me
informaba que el pago de mi tarjeta había vencido y que mi deuda ahora era más
grande e inabordable. La plancha había quemado el puño de la camisa. El despertador
seguía sonando, días atrás le había comprado pilas de larga duración. Observé con tristeza mi camisa y la tiré a la
basura. Fui hasta el baño y me puse gel y desodorante. Al lavarme los dientes
noté mi muela de juicio encallada en las encías, esa maldita muela que me
torturaba desde hacía años, le di un masaje pero el dolor perduró. Mi rostro, a
pesar de todo, tenía buena pinta.
Me fui de casa respirando esperanzas e ilusiones. La
lluvia era menos intensa que horas antes. Las hemorroides me castigaban
severamente, me picaban a cada rato, era un dolor muy cansino. Las calles
subían y bajaban, como un río turbio, avanzando entre grises nubes, hacia un desfiladero
de sueños y promesas sin cumplir, y yo avanzaba en eso río, engañado por las
propagandas y los olores, aspirando a ser alguien que no quería ser. En el metro,
las personas se me antojaron semejantes a un grupo de calaveras envueltas en
pieles moribundas, solitarias estrellas en un manto negro, rebosado de pestes y
mosquitos pegados a la humedad de una ciudad que se calcinaba a cada instante. Me gustaba observar a las personas e imaginar
que delirios desfilaban en sus cerebros, y así fue que me distraje y no bajé en
la parada que debía bajar.
Tuve que correr para llegar en hora a la entrevista.
Mientras corría pisé una baldosa floja y manché el pantalón del traje. La lluvia comenzó a caer a raudales.
El portero del edificio de oficinas me miró de
arriba abajo y señaló hacia el ascensor con el mentón. Las hemorroides estaban
agitadas, hacían cada vez más fuerza por brotar de mi culo. Lo más difícil en
esos momentos es tirarse un pedo, te sientes aterrado ante la posibilidad de
que tu ser se escape por la cañería trasera, o sea que, ante el pedo que tenía
atravesado y la imagen del rostro de mi entrevistador avecinando mi derrota, mi
situación no era más que una tragedia tan amarga como humana, de esas a las
cuales estaba acostumbrado, y por ende, no tuve otra opción que reír, haciendo
que mi vida no fuera más que una sátira de exiguo vuelo.
-Hola, buenas tardes, vengo por la entrevista para
el puesto de gerente de la compañía- informé a la secretaria que, sin levantar la
mirada, puso el tubo del teléfono en su oreja, apretó un botón y volvió a sus
asuntos.
-Me siento por aquí- informé.
La oficina sonaba como una ciudad enlatada a punto
de explotar. Compartían mi asiento un
ciego que vestía traje y una chica que parecía prostituta.
-¡Que lluvia!- dije para parecer amistoso.
Me miraron. No respondieron.
Pasó un rato.
-¡Juan Pérez!- llamó una voz ronca desde el interior
oscuro de una habitación.
El ciego se levantó y avanzó como un espectro
dirigiéndose a un matadero de almas.
Pasó otro rato.
-¡Lucas Martínez!- llamó la voz ronca.
Me levanté, timorato, cauto. La chica sonrió con
malicia. El culo ardía más que nunca.
Entré a la sala. Un hombre gordo, canoso, cuyo
rostro sudaba notablemente, me estudiaba impávido desde un enorme escritorio.
-Buenas…
-Buenas- respondió.
Me senté recto, enfrentándolo.
-Tu currículum por favor.
-¿Currículum?
-Sí, lo has traído, me imagino…
-No, la chica que me citó no dijo nada del
currículum.
Gesticuló malhumorado y me miró como si yo fuese un
alienígena inferior a él.
-Pero no se preocupe señor, porque tengo toda la
información aquí, en mi cerebro.
A continuación enumeré mi irrisoria experiencia,
agrandando algunos aspectos en el ámbito
que requería la oferta, obviamente.
-Dime Lucas tres palabras que te representen.
-Soy responsable, ambicioso y eficiente- mentí.
-De acuerdo Lucas. Ahora estudiaremos tu candidatura
y ya te diremos algo.
Ya conocía esa respuesta: no tienes la más mínima
posibilidad de ser nuestro compañero.
-Muchas gracias señor. Que tenga buenas tardes- dije.
Salí dejando charcos de agua y barro por toda la oficina.
La lluvia era hermosa, ya no me importaba ese
trabajo ni las hemorroides ni ninguna especie de triunfo. Las gotas me pegaban en el traje y resbalaban
por mi espíritu. Seguí caminando y ya nada fue real, la imagen desvanecida del
mundo en que existía me abrazaba y obsequiaba, mágicamente, un instante de
libertad.
Me senté en el banco de una plaza y observé a las
personas correr en busca de un refugio. Mis manos se arrugaron y sentí
felicidad. Y así me quedé, solo y alegre, escuchando el ruido del mundo desde
un lugar ajeno a él.
Paró de llover y emprendí el regreso a casa. En mi
caminata crucé mis ojos con los de una chica que andaba cabizbaja, abstraída, y
nuestras miradas se encontraron e intercambiaron algo más que sueños, nos
perdimos fugazmente en la fantasía de un abrazo amoroso y real. Pero parecía
ser que esas cosas ya no existían y se extraviaban, más allá, en los desagües
de un boulevard de luces rotas y flores muertas. Ella siguió su camino y yo el
mío, como siempre solía ocurrir.
En mi casa el despertador seguía sonando, el
desorden era increíble. Me desnudé y pensé. Pensé en que eso era lo que tocaba,
una vida atormentada por un despertador incansable, como una canción que decora
lo cotidiano, en donde los dolores del cuerpo y del alma, no tenían mejor
medicina que una mirada de mujer perdida en una ciudad de tristezas, bañada por
las lágrimas de los vivos y las gotas de lo inentendible.
miércoles, 16 de mayo de 2012
OTRO CONCURSO (mejor que el anterior)
Estimados, valientes, selectos y audaces lectores de mi tan concurrido blog, en esta ocación vengo a suplicar un votito en este nuevo concurso. Les comunico que para votar deben hacerse una cuenta en la asociación esta que hace el concurso. Mi relato se llama SALVANDO AL MUNDO y puede que hasta les guste (imaginarse la fe que le tengo, jeje). Lo dicho, suplico votos. El premio es en metálico. No recibiran Spam de la página y es muy fácil votar. Gracias!!!!!
Una vez hecha la cuenta hay que darle a ENCUESTA
http://www.asociacionnegligenciasmedicas.com/eventos
Una vez hecha la cuenta hay que darle a ENCUESTA
http://www.asociacionnegligenciasmedicas.com/eventos
Los primates
Tierra
Seca era un pueblo tranquilo y feliz que no tenía grandes inquietudes. Un
miércoles de primavera llegó, a paso lento, un inmigrante peculiar. Se hospedó
en una casa vieja, que le alquilaron a bajo precio. Tenía baja estatura y la
piel morena. Los primeros días nadie se percató de su presencia, pero con el
pasar de los días se fue haciendo popular. “El mono”, como lo llamaron, solía
pasar días enteros trepado a la copa de los arboles, leyendo con entusiasmo un
libro nuevo cada vez. Los vecinos del pueblo, boquiabiertos, observaban como
reía a carcajadas o lloraba desmesuradamente con el suave pasar de las páginas.
Era un hombre extraño. Nunca tenía problemas con nadie, sin embargo, en el
pueblo comenzaban a maliciar en su contra.
Lola,
vecina veterana del pueblo, llamó en nombre de todos los vecinos a la comisaría
más cercana. La policía buscó entre los
árboles hasta dar con El Mono. Fue liberado por falta de alegatos a favor de la
infracción.
Indignados
ante la situación, luego de analizarlo con cuidado, llamaron a un instituto
mental.
-Ese
hombre está mal. Necesita ayuda.
Llegaron
dos hombres fuertes con batas blancas.
-¿Puede
bajar por favor?- pidieron.
-Por
supuesto. ¿En qué puedo ayudarlo?- respondió con amabilidad.
No
respondieron. Le pusieron un chaleco de fuerza y lo llevaron a un instituto
mental. El psiquiatra asignado estableció que El Mono tenía serios problemas.
Tratamiento: electroshock, receta de píldoras, reclusión.
Luego
de dos meses El Mono regresó al pueblo. Consiguió un trabajo y comenzó a pagar
sus impuestos. Tierra seca volvió a ser el pueblo tranquilo y feliz que siempre
había sido.
viernes, 4 de mayo de 2012
Campeón de oficinas
Cero
a Cero. Faltan tres minutos para que finalice el encuentro. El silencio expectante del estadio es
abrumador. La selección contraria avanza en bloque, sus casacas blancas están
por doquier. El balón se mueve rápido, esquivándonos. El talentoso y pelirrojo
número diez chuta el balón y lo estrella en el larguero. El corazón me languidece, la multitud exclama
sin aire. Peleo por el balón, trabo mi pierna con la del contrario y gano la
posesión. Comienza el contragolpe. Ahora el extremo derecho corre por la banda
regateando rivales. Avanzo esperanzado. Llego al área contraria y grito a mi
compañero. Este me centra el balón. El defensa adversario tropieza. Realizo un
chute poco ortodoxo que rebota en la cadera del portero. El balón avanza
lentamente hacia la meta. Gol. El estadio se viene abajo. Mis compañeros
lloran. Yo lloro. La vida por fin tiene sentido. Algarabía, abrazos,
satisfacción. Caminamos en fila hacia la premiación. Papeles picados y serpentinas nos rodean. Mis
compañeros cantan. Miro el escudo de mi selección pegado al corazón: chorrea
sudor. La copa del mundo me mira impaciente. Camino hacia ella. Siento mi
nombre en los altavoces. El público corea mi nombre.
-¡Lucas
Martínez!- grita mi jefa.
Despierto
sobresaltado.
-¿Cómo?
¿Qué? ¿Gol? ¿Cuando?
-¡No
me lo puedo creer!- exclama ella salivándome.
El
Call center bulle de voces y teclas de ordenador.
-Perdón
Carmen- me excuso bajando la mirada.
-Si
no realizas esas tres ventas antes de que pleguemos… ¡a la calle!
-Si
señora.
Faltan
tres horas para que pleguemos y en eso estoy…
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