domingo, 13 de diciembre de 2009

39°C

Despertando en medio de tardes de fiebre,
Una secuela onírica es ahora
En medio de una solitaria noche,
De turbios calores y estrellas escondidas
Mi llanto más profundo,
Mi grito más que mudo,
Mi más estreñida insensatez,
El simple dolor de no estar contigo.

Serán los portazos o la fiebre,
Serán los retorcijones de la mente,
¿Quién sabe que será?
¿Quién sabe?
Parece ser que un océano nos separa,
Mis anhelos y tu risa ensoñada,
Tu inmaculado querer y mi idiotez,
Mis sueños que mueren si no te vuelvo a ver…

jueves, 1 de octubre de 2009

Agonizando

Viento nocturno, perdidos en la bruma
van aquellos ímpetus, impulsos desechos
de un sueño hermoso que muere
pero no muere
que renace de las tristezas más hondas,
en los más fríos ríos que un ser alberga.

Los canarios en las minas no paran de llamarte,
el color de sus plumas palidecen.
Sus cantos más lóbregos no paran de llorarte,
sueño hermoso, sueño agonozante.

Mares culpables, ondulan en el viento
esos besos que torturan, ojos negros
posados en la muerte que quiere
pero no quiere
que cada día vuela más y más lejos
y anida, sobre terrenos olvidados en el mar.

Son mis cantos, ahora, que no quieren olvidarte
y mis ojos aquellos que no cierran.
Son mis cantos para siempre la llama ardiente
de aquellos sueños nuestros que al cielo volverán.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

En el fondo de un cajón

Puede que ya no sientas el ruido de los barcos,
Como lágrima que defrauda.
El adiós, un sincero guiño
Y una pérdida,
Errante en el horizonte.
Buenas noches susurradas al silencio.

Puede que ya tengas la nostalgia en las estrellas,
Porque se pierde en la penumbra.
Una mirada amiga, el trasto de un recuerdo.
Otro Adiós.
Soledad fruncida como arena,
Viaja soplando en la amargura de mareas.

Saludan los hombres a la princesa defraudada,
Saludan porque ya no son salvajes,
Y porque mueren, pero queda
En esta tierra baldía el atroz ensayo,
De la estadía y el partir.

Es el barco que se pierde en el horizonte,
Calmo se despide, silencioso se despide.
El ciclo errante de las blancas olas,
Y el sonreír sin que nadie nos vea,
Es el olvido tallado en un pedazo de madera.

martes, 15 de septiembre de 2009

En otra ocasión

A través de la ventana Julio inspeccionaba el movimiento de las hojas de otoño. La víctima debería haber tenido un retraso en el trabajo. Las nubes empapadas de gris se mezclaban en el humo del cigarro, mientras Julio recordaba una vez más haber puesto el silenciador en el arma. Se había convertido en un ejecutante minucioso y metódico, y recordaba con cierta simpatía el cargo de conciencia sufrido su primera vez.
Algo tenía que estar mal. La hora se hacía eterna y la víctima no llegaba. Encendió otro cigarro, al volver su mirada a la escena sus ojos chocaron con los de un hombre alto, vestido con sombrero y gabardina negra, el cual sostenía en su mano derecha un portafolio. Su mirada era punzante, rígida. Julio se sintió vulnerable. El hombre emitió una leve sonrisa y comenzó a caminar sin volver su mirada atrás.
Julio agarró su arma y salió del apartamento con rapidez. Las calles estaban tupidas. Buscó en todas direcciones, el hombre de negro esperaba su mirada al final de la calle.
-¡Hey tú!- gritó Julio.
El hombre comenzó a caminar velozmente. Julio salió en su busca chocando una y otra vez con transeúntes indiferentes. Lo siguió a través de incontables calles. En varias ocasiones creía perder el rastro, pero el hombre de negro lo esperaba al final de alguna calle.
La incertidumbre crecía en cada zanco. Siguió corriendo, el aire se tornó más espeso. En un instante repentino el hombre frenó su marcha, justo antes de que Julio cogiera su hombro giró la calle.
Julio fue sacudido por un aire frío. El hábitat que lo envolvió le resulto familiar. El hombre de negro ya no estaba. Comenzó a caminar por una calle de piedras, sin dejar de recapacitar en la ambivalencia que en su corazón se reflejaba. Por una parte la inseguridad que le incomodaba, el pensar en la huida de ese hombre y su responsabilidad dejada atrás. Por el otro, sentía un confort extraño pero a su vez conocido, el color de las piedras y de cada ventana, la fragancia y los ruidos formaban parte de él.
Caminó, lento y constante. Con el pasar de los segundos reconoció donde se encontraba, era el barrio en que vivió su adolescencia. El extraño olor a jazmines mezclado con polvo se filtraba en su olfato. Llegó a la plaza en que había pasado horas divirtiéndose de niño, se sentó en un banco y encendió un cigarro. Las personas parecían estar abstraídas en lejanos sentimientos.
En el umbral de una antigua casa vio a Isaac, aquella persona mezquina, responsable de su estilo de vida. Sintió ganas de pararse y darle un tiro, pero decidió que no era necesario. Los coches pasaban y por segunda vez todo le resultó por de más familiar. De pronto apareció un joven, andando con pasos tímidos y mirada nerviosa. Isaac intercambió palabras con el joven y puso algo pequeño en sus manos, cubierto con una manta blanca. El joven cruzó la calle y deambuló por la plaza, paseándose cerca de Julio. Isaac se subió a un coche y desapareció.
Luego de pisar el cigarro, Julio se paró y anduvo unos pasos hasta el joven.
-Disculpa- le dijo. ¿Tienes fuego?
El sudor del joven era notorio. Titubeó un segundo y dijo:
-Si, si. Toma.
Intercambiaron miradas. El joven se sintió indefenso ante aquella persona que emitía omnipotencia.
-Gracias- dijo Julio emitiendo una sonrisa.
El joven respiró hondo y se fue.
Julio caminó hasta la gran fuente ubicada en el centro de la plaza. Observó el reflejo que el agua ofrecía de si mismo. Se sintió confiado. Buscó una moneda en su bolsillo pero no tuvo suerte.
La tarde se tornó más fría. Entró en un bar y pidió un wisky. Los hombres del bar estaban inmersos en un partido de fútbol palpitante. Miró que solo había dos mujeres en el bar, una muy bella y otra no tanto. Se dio cuenta que ya conocía el resultado del partido, no obstante, observó algunos tramos del mismo. Cruzó miradas con la mujer bella y pidió otro vaso.
El tiempo pasaba lento. El sol en las calles se escondió detrás de grandes nubarrones grises. Hubo un gol en el televisor, los hombres gritaron desaforadamente unos minutos, luego todo volvió a la misma tensión de antes.
-¿Me invitas un trago?- escuchó que le decía una voz femenina.
Vestía un vestido blanco con flecos negros, su larga melena negra se movía con su andar, mientras su sonrisa hermosa incitaba a intentarlo.
-Claro- dijo Julio- ¿Qué quieres tomar?
-Lo mismo que tú.
-Cantinero…
-Tienes un arma.
-Si.
El cantinero sirvió wisky.
-Eres muy bella-dijo Julio.
-Gracias.
-En serio, lo eres.
-Seguro que nunca tienes miedo.
-No, nunca-respondió riendo- Siempre tengo miedo. ¿Acaso tú no?
-No sé. ¿Tú que piensas?
-Algo en tus ojos me intriga.
-Me pasa lo mismo con los tuyos.
-¿Qué haces en este bar?-preguntó el.
-Solo estoy de pasada.
Los centelleos de su sonrisa le recordaban el mar.
Julio terminó su vaso y miró fijamente a aquella mujer.
-¿Te vienes conmigo a dar una vuelta?- pregunto ella.
En el bar había olor a café quemado y el partido de fútbol estaba finalizando. Se acercó a una ventana, parecía que en las calles comenzaba a caer una tenue llovizna. En la plaza de enfrente, un hombre vestido con ropas negras y portafolio en mano fijaba sus ojos en él.
-Me gustaría. Pero no. Debo irme, en otra ocasión tal vez. Adiós.
Salió del bar sin mirar atrás.

domingo, 6 de septiembre de 2009

Gloriosa celeste

Vuelvo a publicar luego de un periodo de esterilidad litearia. Espero seguir haciéndolo

¿Por qué Uruguay? ¿Por qué otra vez empiezan a morir los sueños de un pueblo que lo único que anhela es verte campeón?
Esta vez fue frente a Perú. Último en la tabla, con menos de un diez por ciento de los puntos jugados, en fin, la damisela de la eliminatoria. Cuando faltan cinco minutos para terminar el cotejo, luego de ser anulado nuestro gol por offside y de que el defensa peruano (el cual nadie sabe como se llama) quite el balón de la línea de su arco. Otra vez perdimos.
Al empezar dichas eliminatorias nos diste a entender, con tus resultados, que no sería fácil, que si queríamos la gloria del mundial tendríamos que ganárnosla con “los huevos en la garganta” como solemos decir. Pero la angustia y amargura me colma al verte perder. Ayer, sábado, todo el día estuve expectante, pensando en que llegara la hora del encuentro. Compre mis cervezas, mis cigarros, preparé “la ceremonia”. Estaba alegre, era el partido en que Uruguay comenzaría su remontada, esa esperanza de poder disfrutar del sufrimiento atroz del último minuto antes de la victoria. Pero Uruguay me demostró lo contrario.
Siempre me cuentan anécdotas de equipos uruguayos que logran hazañas imposibles, de jugadores gloriosos, de momentos memorables. Lamento decir que mi generación y yo solo hemos visto el nadar y nadar para solo quedar a la orilla. Me remonto al último mundial que disputamos con ese 3 a 3 que el “chengue” Morales no pudo convertir en victoria, solo faltaba un minuto. El último repechaje perdido ante Australia. Las calles estaban vacías cuando terminó el partido, de a poco empezó a salir la gente con cara de llanto de sus casas, nadie hablaba, estuvimos de luto. El caso es que no hemos podido vivir esas glorias que los viejos cuentan en forma de añoranza.
Y es así Uruguay. Al terminar el partido dije: nunca más te veo Uruguay. Sin embargo, el miércoles estaré pegado al televisor gritando “Uruguay no má”.

viernes, 15 de mayo de 2009

Emigrante

Un barco navega el contorno de la ciudad, empujado por el somnoliento movimiento de las olas grises. La tripulación mantiene una emblemática relación entre sus individuos, las peleas son infinitas, las noches de sexo llenas de poesía y carne, los juegos infantiles originales como el paisaje de la noche estrellada. Unidos llevan a cabo un viaje lejos de su tierra natal, parda por momentos, nutrida de quimeras frenéticas. La tierra se aleja y queda atrás, en el horizonte carmesí desaparecen los ruidos, las horas, los compases, complicidades, amores de calles gastadas. El olor del mar en la inmensidad de la esencia que rodea las vidas, introduce un camino incierto de posibles oportunidades menoscabadas, en donde un sol desciende triste. La noche trae gritos, jolgorio, furia, soledad. Las olas se hacen más grandes en el transcurso de la noche. La tripulación agotada se duerme. Amanece. La tranquilidad desorbita los anhelos nacientes. En la lejanía se oyen voces, hogares y chubascos se observan en el oleaje. La tripulación sonría ensimismada en los latidos de un corazón. La tierra retumba, crece. El barco frena. La nueva tierra se impregna de lágrimas traídas de otro lugar.

jueves, 2 de abril de 2009

Homenaje a los escritores

El primer libro que leí se llamaba Misterio en el museo. Trataba de una unos niños que descubrían un pasadizo secreto en el museo de Buceo el cual llegaba al cementerio del mismo barrio. Era de aventuras. Lo leí en la escuela, a escondidas, mientras la maestra explicaba nuevas fórmulas matemáticas. Fue raro, apasionante. Aprendí a vivir otras vidas, a entender que las vidas ficticias son tan reales como las nuestras, que nada escapa de nada y que cada acción mundana formaba y forma parte de mí. A partir de ese libro procuré leer cada día. Mi nota en clase disminuyó debido a mi poca atención. La maestra se disgustaba cuando me descubría, llegué al punto de hacerlo para que ella se molestará, en parte la odié. Hoy le doy las gracias. Me hizo aprender a ser lo que soy y a instruirme en lo que me gusta. A partir de ahí nunca dejé de leer.
Con el paso del tiempo comencé a escribir. Yo era un alumno promedio. Un día la profesora de literatura pidió que hagamos un cuento. Me entusiasmé por primera vez en mi vida en algo que me solicitaban. Saqué la mejor nota, la profesora aprendió mi nombre y quiso exponer mi cuento. No se lo permití, a veces soy egoísta. Quisieron que representara a mi colegio privado en el concurso nacional, les dije que no quería. Seguí siendo un alumno promedio.
El caso es que a partir de esto comencé a refugiarme en las letras. A ser cómplice de los autores, amantes de sus mujeres, guerrero en sus guerras, lágrimas en sus tristezas. Admiro al escritor tanto como a un donante de corazón. Me enseñaron a oler el mar, mirar las estrellas, buscar la mujer imperfecta que me está esperando, filosofar en cosas sin sentido, tan divertidas como estúpidas y geniales a la misma vez. El mundo tiene un condimento especial gracias a esas letras que han quedado impregnadas en mí.
Gracias a todos aquellos puño y letra que han sabido cautivarme.
PD: espero no cautivarlos, se los aseguro…

jueves, 5 de febrero de 2009

El olor azul del mar

Es en el azul del mar donde comienza cada viaje. El aliento salado del destino, un desatino en el tiempo. Te veo en la cubierta empapada de lluvia, es el sueño infante, ese pequeño susurro que acompaña las horas arrastradas. El mundo en un plato, fuera del mundo y dentro, ¿adonde? Viajes y caminos, un corazón, otro corazón, un adiós, un abrazo, madrugar. La vida te da y quita. Un placer que te aleja por un rato de la amargura.
Pero siento amor. Estamos vivos, no somos un recuerdo, escribimos una historia, la eterna búsqueda del sueño. Una copa al dolor. Brindo por el dolor, por mi mujer, por el futuro. Llueve en silencio. Me encanta escucharte cantar, aunque cantes mal, me encanta. Porque me voy, pero regreso. No me esperes, yo llegaré.
La llama no se apaga. Que venga lo que venga. Siempre hay respiro para una corrida más, muchas más. Sangre en las venas, sangre de juventud. Regálame tus ojos, no necesito más. La partida será lóbrega, sin aviso, infracción del alma. Sigue lloviendo, el fuego crece. Los caminos se encuentran henchidos de cenizas muertas, que un día llenaron de vida las miradas. ¿Dónde está tu mirada? ¿Sigue a mi lado? Me voy a caminar por ahí.
El día que me vaya, me encontrarás solo, respirando el azul del mar.

miércoles, 28 de enero de 2009

Lleno de luz

Suaves son las horas que te tengo a mi lado,
En tus ruidos en la noche,
Son tus besos quienes derrochan,
Mi infame magia sobre tu pelo enredado.

Es que absorbo esas caricias de tal forma,
Que pierdo mi camino liso,
Me hundo entre rocas y olas,
Y naufrago en tu blanco vientre libre.

Son tus ruidos en la noche las alas, mis alas,
Ese viento lleno de aventura,
Como un cuento nunca escrito,
Como un adiós y muchos más mañanas.

Nunca las palabras que pelean en suciedad,
Los matices magros del día a día,
Serán capaces de quebrar,
Nuestro amor en la noche, en al oscuridad.

jueves, 15 de enero de 2009

Uruguayo

Te he vuelto a dejar. Estoy triste, un desgarro de desconsuelo me oprime los pulmones. En verdad no sé que expresar, disculpas, agradecimiento, deseo de triunfar, amor, desarraigo innecesario, saludes, adiós o hasta pronto. El olor del mar me perseguirá en esas noches lentas que silban en la oscuridad. Uruguay, Uruguay…
Bello pedazo de tierra que me forjó en libertad. Me siento infiel, infiel a mi patria, a mi familia, a mis amigos. Las calles grises y malgastadas, el olor a la tierra mojada que nace en las mágicas canchitas de fútbol, Comercio y la Rambla, los carritos de chorizos, la brisa del mar, la isla de las gaviotas, el mate junto al codo, la pesadumbre indiferente, el botija que crece, los perros rebuscando en la basura, los goles, Centenario y Varela, la vecina que es chusma pero que a uno sin saber porqué le cae simpática, los matices simples y vivos del río de la plata. Ha sido como un sueño que no acaba de terminar. Uruguayo diré, que soy uruguayo. Algún día esperaré encontrarle sentido a la vida, la vida… no a la vida, a los hechos de la vida, mis hechos. Mi corazón nunca será sensato, solo ofrece lealtad a si mismo. ¿Justificación? En la vida solo hay una cosa que valga la pena buscar, luchar por ella: vivir.
Es mi manera de decir perdón. Decir que soy lo que siento. Que mi querer es de los míos. Que soy uno de esos tontos que es conciente de lo que su persona genera en los caminos, y entre esos caminos busca el suyo.
Hasta luego Uruguay, luchando por que esta lágrima no se vea, te digo hasta luego...

jueves, 8 de enero de 2009

Partir (2º parte)

Ya falta poco para mi segunda despedida...