lunes, 14 de noviembre de 2011

Fragata olvidada

Es como si ya no hubiese nada más por contar. Ni Fante, Tchaikovsky, Bradbury, Chopin ni nadie podría hacerme entender este desbarajuste en mi alma. Ya no me calman las estrellas, ni la voz de aquella mujer al otro lado del mundo. Ya no hay nada, ya no espero nada, nada saldrá de mí. Es como estar visualizando cada uno de los errores y suplicarle al tiempo otra oportunidad para cambiar el presente, pero el tiempo es inexorable. Como una fragata en tierras lejanas navega errante ese sueño, idea, meta o como quieran llamarlo, bajo la luna triste y sus ojos húmedos.

Es una condición inherente a mí ser.

Estoy empapado en tribulaciones. La voz de ella siempre calmaba el dolor, pero ya ni eso. Tengo ganas de decirles adiós a todos. Su voz tranquila, su voz histérica, que antípodas por díos.

Mañana será otro día y el ruido de los autos, las voces de la gente, el trajín cotidiano habrán hecho olvidar tales pensamientos. Como las lágrimas invisibles que riegan el alma, ya no se verán, pero ahí persisten.

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