miércoles, 11 de enero de 2012

El hombre transparente

Era domingo y me desperté a las once. Estuve un rato desdoblándome en la cama, mientras descubría algún partido de fútbol interesante en la tele, encendida desde el día anterior. Examiné el celular y me levanté.
Fui al baño y me puse a cagar. Cuando terminé y quise lavarme las manos frente al espejo, descubrí lo que me había pasado. Era invisible. Yo no estaba ahí. ¡Mierda! Que problema. Me vi tan sorprendido que tuve que sentarme otra vez en el cagadero. Respiré hondo y lo volví a intentar: yo no estaba en el espejo. Al principio me asusté, pero poco a poco me lo fui tomando con más tranquilidad.
Fui hasta la cocina intentando hacer el menos ruido posible. Si mi tío hubiese estado al tanto de mi condición, seguro que me ataba a su auto desvencijado y me llevaba volando a un programa de televisión. No teníamos mucho dinero en esos días, sin embargo yo era bastante feliz.
El estaba ahí sentado, leyendo el diario y tomando café. Se tiró un pedo.
-Tío- dije en voz baja.
Me miró y no me vio.
-Lucas. ¿Ya te levantaste?
No le respondí. Siguió leyendo.
Analicé la situación. No estaba muy despabilado, además, estando entre cuatro paredes nunca he podido razonar muy bien. Abrí la puerta de casa silenciosamente y salí.
El aire fresco de la mañana todavía estaba en las calles. Caminé unas cuadras esquivando seres vivos y me senté en una parada de autobús. Me sentía muy extraño, no fue fácil al principio acostúmbrame a que la gente no me viese. Pero sí podían escucharme.
-Gorda- le dije al oído a una gorda que se dio vuelta escandalizada (así me dí cuenta).
Pasaron autobuses, taxis, gordos, putas y un enano. Sonaron las hojas de un árbol cercano. Pensé en Lorena. ¿Qué pensaría ella de mi situación? ¿Me aceptaría? ¿Cómo explicárselo?
Cuando llegó el autobús, me subí con cuidado, amagando a las personas, para que no se asusten con mí roce. Viajar era gratis, apunté. Me senté en el asiento trasero. Por la ventana vi pasar la ciudad, almacenes y farmacias, canchas de futbol, basureros. Pensé en el tiempo y en la edificación de las cosas humanas.
El autobús frenó de golpe y me pegué la cabeza contra el asiento delantero. Luego, mientras me acariciaba sobre el golpe, me di cuenta que tenía que bajarme en la parada en que estábamos. Empujé a un hombre barbudo que ni se inmutó y bajé.
Al llegar a la entrada del edificio de Lorena, recé por que estuviese sola. Con mi suegra en casa sería imposible explicar la situación.
-¿Ves Lorena? Un hombre invisible tienes por amante. No te lo podrías haber elegido peor.- diría ella. Tendría el arma perfecta que buscaba hacía tiempo ya.
Toqué timbre.
-¿Quién es?- preguntó su dulce voz.
-Soy yo mi amor. ¿Estás sola?
-Si.
-¿Y tu madre?
-Está en la casa del novio.
-Ah ¿Me abrís?
-Espérame un segundo que me vista. Me estaba bañando.
Bajó al rato, toda perfumada. Abrió la puerta y se asomó a la calle al no verme parado allí, en ese instante me adentré en el edificio. Desconcertada me esperó unos minutos. Sus ojos perdidos eran una belleza, sus pelos mojados descendían como cataratas por su espalda. Se dio por vencida y subió a su casa. La seguí sigilosamente por las escaleras, mirando el sublime contoneo de su culo. Entramos.
Su casa siempre estaba ordenada y limpia, por las ventanas entraba la luz de una manera abrasadora. Lo primero que ella hizo fue discar el teléfono. Mi celular estaba en casa.
-Lore- exclamé en seco.
Se dio vuelta sobresaltada, dejando caer el aparato al suelo.
-Soy yo.- le dije- Por favor siéntate.
-¿Lucas? ¿Dónde estás? ¿Qué broma es esta?
-No es ninguna broma. Por favor siéntate.
Se quedó en silencio. Vi que en su cabeza nacieron algunas preguntas: ¿Estoy loca? ¿Es esta una jugarreta de Lucas? ¿Estará escondido? ¿Cómo logró entrar?
Caminó por la casa, me buscó debajo de la mesa y detrás de las cortinas, fue a todas las habitaciones de la casa. Lucas no está aquí, ¿o si está?
-Lorena, tranquilízate.
Se sentó en el sillón de cuero.
Observé uno de los cuadros de la casa. Era una mujer pastora, sola en la llanura, dándole la espalda al tranquilo rebaño de ovejas, mientras caía la tarde con sus manchas anaranjadas.
-Soy yo. Y soy invisible.- comencé a explicar.- Me desperté así, no sé porqué. Eres la primera que lo sabe. ¿Qué puedo hacer?
No pudo contestar. Su pierna izquierda traqueteaba nerviosamente.
Me acerqué y la besé. Al principio me rechazó pero luego cedió.
-Lucas. ¿Estoy loca?
-No, no lo estás. Ahora soy así, no hay explicación coherente.
-¿Y qué harás? ¿Se lo dijiste a tu tío? – dijo pasando su mano por el contorno de mis brazos.
-No y no pienso decírselo a nadie. Solo a ti.
-¿Y que se siente?
- No hay mucha diferencia. Siento más frío y no puedo cerrar los ojos.
Quedó callada intentando saber en donde estaría mi mirada.
-¿Me das un vaso de agua?- pedí.
-Si.
Mientras guardaba la botella en la heladera, observó horrorizada como mi brazo transparente levantaba, una y otra vez, el vaso lleno de agua. Allí, por vez primera, vi con tristeza mi situación.
-Yo no voy a poder vivir contigo así.- estableció luego.
Sus palabras cayeron como un golpe de borracho.
-¿Porqué no?
-Porqué no.
-¿Y toda aquella mierda del amor eterno?
-Pero así no puedo. ¿Cómo vamos a hacer?- una tímida lágrima se deslizó en su rostro.-La gente, mi carrera, no puedo verte. No, Lucas, no voy a poder.
-¿Estás segura?
-Si.- sentenció con firmeza.
Me fui.
Volví a mi casa. El auto de mi tío no estaba.
Me preparé unos fideos con salsa. Encendí la televisión y puse el canal de las noticias. El periodista presentó (con cierto placer me pareció) las muertes, robos, emboscadas y compromisos de la sociedad.
Un ciudadano dijo con voz afónica:
-Cada día estamos peor.
La salsa me había quedado muy picante. Maldije el día en que se me ocurrió salir con Lorena. Hija de puta. Que me amaba y hasta que la muerte nos separe, que nadie podría tener tardes como las nuestras, que sus ojos en mis ojos eran la eternidad. Hija de puta. Mierda. ¡Que se muera la muy perra! Yo no la necesitaba. Mi nueva condición transparente era superior a sus piernas. Que reviente.
Sobrevivieron, sin embargo, sus vestigios femeninos en mis mares más internos.
El comentario de un periodista deportivo venció mi tolerancia a las estupideces y apagué el aparato. Me desplomé en la mecedora del comedor. El techo de casa estaba decorado con pinceladas de humedad, la repisa de los libros exhalaba bocanadas de polvo añejo. Encendí medio cigarro que había en el cenicero y me distendí.
Que fatalidad. Perdería mi trabajo. No podría jugar más al fútbol ni a otro deporte. Con las mujeres sería más difícil (aunque en este punto tuve mis dudas). La comida de navidad se dramatizaría. Tendría que irme de la casa del tío. En los bares no me servirían. En las bibliotecas no me darían libros.
Sonó un fuerte bocinazo en la tranquila tarde soleada.
Me abuela decía siempre: “hay que mirar el lado positivo a las cosas”. Ella no era Sócrates, ni mucho menos. Yo siempre veía el otro lado. Nunca le di mucha importancia a lo que dicen los demás, aunque en ese momento, por los misterios cerebrales que mi ser esconde, su voz anciana brotó desde algún recoveco de mi cráneo.
Se sentía bien oír el tictac del reloj, tirado, inerte, olvidado, mientras afuera el mundo avanzaba con ferocidad. Sonó el teléfono de casa.
-¿Quién es?
- ¡Buenas tardes! - dijo una voz chillona de mujer.- ¿Hablo con el dueño de casa?
-Si.
-Estamos llamándole para comunicarle que usted tiene un obsequio. ¿Cómo es su nombre para dirigirme a usted?
- Baltazar.
-Señor Baltazar, usted ha sido seleccionado por Easy Money para obtener nuestros beneficios. Usted podrá retirar la suma de dos mil dólares y pagarlo en diez cuotas y tendrá solo el tres por ciento de intereses.
-¿Pero no era un obsequio?- repliqué.
-Si, usted ha sido seleccionado para obtener nuestros créditos.
-Pero entonces no es un obsequio…
-Usted puede pasar a retirarlo por cualquiera de nuestras oficinas.
Corté.
Salí a la calle. Sentí una extrañeza inusual. Fue como si mis pensamientos y acciones, mi percepción y hasta mis ideas, estuviesen siendo creados por alguien más, tal vez algún escritor aburrido, detrás de una computadora, o un borracho fantaseando, en la barra de algún bar.
Era una tarde atiborrada de lozanía. Los comercios movían músculos y monedas, los pájaros cantaban una canción horrorosa (que me recordaba al catolicismo), algunos viejos narraban hazañas doradas, amantes que engañaban en los pozos de la ciudad.
¿Por qué me tocó llegar aquí?- pensé.
Las damas iban ligeras de ropa, parloteando entre ellas, como cotorras en libertad. Me acerqué a una morena que tenía un culo protuberante y me aferré a su nalga derecha. Se dio vuelta zarandeando su bolso, ansiosa por golpear a su agresor. No había nadie detrás de ella. Siguió caminando. Me aferré a su nalga izquierda. Giró nuevamente con una mueca de pánico en el rostro. Seguía sin haber nadie detrás. Comenzó a caminar más rápido mirando de reojo. Me aferré a sus dos nalgas. Salió corriendo despavorida y se perdió en una esquina.
Luego lo hice con una rubia, que intentó golpearme al segundo agarrón y comenzó a gritar. Decidí que no era sensato abusar de mi poder, podría generar la alarma de algunas personas y así delatar mi anonimato. Recordé que Lorena conocía mi circunstancia y no era un tema menor.
Entré a un bar porque quería mear. En la puerta del baño había un cartel que decía: “USO EXCLUSIVO PARA CLIENTES”. Le hice una zancadilla a un borracho que me cayó mal y entré al baño. Tenía el clásico olor a baño de bar, sin embargo, se notaba que había sido aseado no hacía mucho. Meé mis líquidos invisibles en la pileta y sobre todo el suelo. Meé en nombre de los de los vagabundos, de los presidiarios, de los miedosos y los fracasados. Los clientes ni se inmutarían, valoré luego. Me sentí vivo unos instantes, pero el sentimiento fue disminuyendo. No era muy estimulante ser un rebelde anónimo. Tiré la cisterna y me fui del bar.
Cayó cansadamente el ocaso, reptando entre los edificios de cemento. Se despertaron los grillos y la oscuridad en los callejones, los carteles luminosos comenzaron a murmurar, las estrellas y el espacio esparcidos en la ciudad.
Me senté en la vereda y reflexioné. ¿Podría matar a Lorena? ¿Cómo podría meterme en un banco? Todo tendría que hacerlo robando, hasta una simple comida. Sin dudas que sería una vida más difícil. Pero era lo que había. Estaría solo en el mundo y un paso al costado de él, sería el hombre más libre de todos. Sería…
Tuve que levantarme súbitamente de la vereda, porque un coche lujoso casi me atropella al estacionar.
-La puta madre- dije con congoja.
Camine como un espectro por las calles, sintiendo la más dura soledad. Me sentí fuerte pero perdido. Esto no quería decir tampoco, que el día anterior, mi camino estuviese marcado, todo lo contrario, ayer estaba más perdido que hoy. Hoy era el hombre transparente, ayer no era nadie y tampoco quería ser alguien.
Mientras que por mi cerebro traslúcido, transitaban estas y otras chifladuras, vi pasar por la vereda de enfrente a Díaz. Díaz era un conocido, que había intentado liarse con Lorena, una noche en un cumpleaños de un amigo. Me caía muy mal, no solo por ese percance. Algo, no sé bien qué, en sus ojos, sus dientes o su ropa, me generaba un rechazo tremendo hacia su persona. Crucé la calle. Pude ver en su mirada que venía preocupado por algo. Lo medí y le impacté tremendo puñetazo en la nariz. Cayó de bruces y la sangre comenzó a brotar. Quedó tirado de espaldas, como una tortuga.
Seguí mi rumbo indefinido y encontré una moneda en el suelo, la agarré y la introduje en una cabina telefónica. Marqué. Las estrellas hacían chispas en el cielo.
-¿Quién habla?- preguntó mi suegra.
-Lucas. ¿Me pasa con Lorena?
-¿Qué le hiciste a Lorena esta tarde Sinvergüenza?
-Nada. ¿Me puede pasar con ella?
Un niño quedó sorprendido al ver levitar el tubo telefónico en el aire, miró alrededor y salió corriendo.
-Dice que no te quiere ver nunca más. Gracias a Dios. Ya se dio cuenta el tipo de hombre que eres. Sinvergüenza.- agregó agrandada.
-Dios me libre de soportarla a usted, señora – susurré y corté.
Pensé en visitar a algún amigo e invitarlo a hacer alguna picardía juntos, pero luego los vislumbré interrogando como me sentía y todo eso. Al final no lo hice. Me senté en una plaza moderna, de esas en que no hay casi árboles ni arbustos. Había olor a marihuana y a pasto seco. Me dejé caer en un banco de madera y miré pasar el tiempo.
Al rato, pasó un vagabundo, arrastrando un carro de supermercado, el cual llevaba un aparato metálico, parecido a un motor de automóvil, pero más chico. Un chisme bastante raro.
-Joven.- me dijo mirándome a los ojos.- ¿Una moneda para ayudarme?
Eché un vistazo a mis costados y hacia atrás. Me estaba hablando a mí.
-¿Puede verme señor?- pregunté estupefacto.
-He perdido muchas cosas en esta vida. Pero la vista la sigo teniendo, gracias a Dios.
-Ajá- asentí.
Después de unos segundos le respondí que no tenía monedas.
El motor tenía una luz roja que tintineaba en el centro.
-Señor ¿Qué es eso?
-Una máquina del tiempo.
-Una máquina del tiempo- repetí.
-Si.
-¿Y como funciona?
-Toco aquí y aquí- dijo señalando una palanca de hierro y un reloj de mesa incrustado en el aparato-. Y ya está.
Una pareja de jóvenes abrazados pasó cerca de nosotros. Ambos le echaron una ojeada al pobre loco, que hablaba con un banco de madera.
-¿Y vas al futuro y al pasado?
-Si, adonde yo quiera.
-¿Y yo? ¿Podré utilizarla?
-Funciona con una moneda.
-Pero no tengo monedas, ya le dije.
-Que lastima. Buenas noches.- me dijo y se alejó.
Era una noche muy azul.
El ruido metálico de las ruedas del carro, se perdió despacio, al final del sendero de la plaza. Los segundos se deslizaban uno tras otro y algo se alejaba de mí lentamente, como el olor de un libro viejo o el aroma floral de un amor lejano. Una hoja sin vida que se arrastraba por el viento. Sentí otra vez aquella extrañeza inusual, que había vivido en la tarde, de estar coexistiendo en una vida ajena. Nacían en mí frases como esa, que podían tener mil significados, y que en general, yo no las creaba. Sino que estas descendían caladamente en mis impulsos, en el discurso de mis pensamientos, tal vez por magia o polvos siderales (por decir algo), por las palabras del borracho o los dedos del escritor, y me obligaban, de alguna manera, a ver la vida de otra forma. Todo un tema. En fin, me sentí cansado, y me fui a mi casa.
Mi tío no estaba, deduje que estaría en un prostíbulo. Entré a casa y me di un baño. Tomé mucha agua y comí un bocadillo de salame. Esta vez, en la televisión, dos hombres debatían sobre el bien y el mal, el capitalismo y el comunismo, el arte y la ciencia, el hombre y la mujer, y un amplio abanico de opciones que colmaron mi paciencia. Apagué las luces y me acosté.
Se había ido el día y por la ventana se colaba el aire fresco de la noche. No le había sacado nada de jugo a mi invisibilidad. Todo lo que hice fue vagar por las calles y fantasear un rato. El día siguiente sería diferente, me dedicaría de lleno a las mujeres y al dinero. También podría cometer algún tipo delito. Necesitaba un lugar y encontrar la manera de prosperar.
Me quedé dormido.
Soñé que viajaba en avión y llegaba a una tierra extraña. Estaba lleno de hojas de otoño y olor a peces muertos. Lorena me esperaba en la cima de una colina. Caminé hasta ella pero me perdí en el camino. Pedí ayuda a los transeúntes y nadie quiso atenderme. Terminé metiéndome en un bar.
Al despertar recordé todo lo sucedido el día anterior. El cuarto de mi tío estaba vacío. Fui al baño y me vi. Ahí estaba yo, moreno y lampiño, como siempre.
-¡Oh! Mierda.
Lorena me volvería a aceptar. Era lunes, había que trabajar.
Me senté en el cagadero y comencé a cagar.

2 comentarios:

monyquiya dijo...

me gusto gabrielito. esta super. un abrazo y te espero a que veas mi nueva banda el sabado 22 hs en la plaza trouville: la rambla y 21 de setiembre

Coriano dijo...

A VECES LAS PALABRAS CONFUNDEN Y LOS SERES SON MUY INCOHERENTES LA PERSONA QUE TE PARECIA DECIR UNA FRASE INTERESANTE ERA SOLO ESO LO IMMPORTANTE QUE PARA TI LE DISTE ESA LECTURA ELLA NO LO PRACTICABA POR ESO ES TAN DIFICIL EL MUNDO DE LAS PALABRAS Y LA ESCRITURA POR ESO TAN IMPORTANTE COMBINARLO CON EL DEPORTE Y MAS TARDE CUANDO YA NO SEAS TAN JOVEN SEGURAMENTE LO VAS A PODER CONECTAR COM EL VERDADERO SENTIDO DE LAS PALABRAS ESO LLEVA TODA LA VIDA Y MUCHOS O CASI LA MAYORIA NO LO LOGRAMOS O LO SEUDOLOGRAMOS CELESTE