domingo, 22 de abril de 2012

Lío en la librería


Entré en una librería, cuando para mi sorpresa un libro gigante cayó sobre mi cabeza.  Masajeé la zona afectada mientras buscaba con la mirada al librero del local. Estaba vacío. Me puse a pasear entre el polvo de los libros, polillas alegres y letras negras que flotaban en el lugar.
Sonaron las campanitas colgantes de la puerta y un hombre alto, envuelto en ropas manchadas y con un fuerte olor a whisky entró por ella.
-¡Hey tú! ¿Tienes Lío en la Librería de Lucas Martínez?
-No soy el dueño señor.
-¿Lo tienes o no?- dijo torvo, lanzando un gran eructo.
-No.
Me miró socarronamente como si mi espíritu le causara una gracia enorme.
-Cuando veas al dueño dile que Henry Chinaski estuvo aquí y que quiere ese libro.
-Vale.
Se fue tambaleando hacia la calle.
Tras la salida de este individuo entró otro. Éste era flaco, con la mirada tranquila y profunda.
-Buenas tardes- dijo tendiéndome la mano-, soy Horacio Olivera. Encantado.
-Lucas Martínez- respondí.
-Pareciera que en librerías viejas como esta hubiera más de lo que parece, como un trasfondo escondido. ¿No crees Lucas?
Tenía un leve acento francés que se hacía notorio en las erres.
-Ahora que usted lo dice Horacio, me parece una afirmación bastante acertada.
Sonrió.
-Por cierto, estoy buscando un libro llamado Lío en la Librería de un tal Martínez.
-No lo conozco, pero búsquelo usted mismo, tal vez lo encuentre.
Recorrió la librería, cauto, curioso. Mientras tanto, yo me distraje con las letras que zigzagueaban en el ambiente.
Volvieron a sonar las campanitas de la puerta. Entró un joven de cara triste, muy abrigado, que tímidamente caminó hacia mí.
-Disculpe. Estoy buscando un libro de Lucas Martínez, trata sobre una librería pero no recuerdo el título.
-¿Lío en la Librería?
-Ese mismo. ¿Lo tiene?
Sus ojos transmitían una melancolía terrible. Sentí pena por él. Busqué a Horacio entre las estanterías pero había desaparecido.
-No, no lo tengo.
-Ah, qué lástima.
-Podemos buscar algún otro libro que te agrade.
-No, gracias. No es necesario.
Me dio la mano y emprendió la retirada, pero antes de salir se dio la vuelta y preguntó:
- ¿A dónde van los patos cuando el río se congela?
Se esfumó de la escena antes de escuchar mi estúpida respuesta. 
El olor a claustro abandonado era cada vez más fuerte. La brisa húmeda de la lluvia se filtraba desde la calle hasta posarse sobre todos los entes del lugar. Las letras giraban con el tic tac de un viejo reloj que observaba solitario desde un rincón.
-Con permiso- saludó una voz grave.
-Adelante.
El hombre avanzó entré lo libros, estudiando todas las facciones de la zona en que habitábamos. Miraba al vacío, sereno y reflexivo.
-Hace unos días llamé e hice una reserva- indicó al rato.
-Déjeme adivinar. Lío en la Librería.
-Exacto, a nombre de Alexei Ivanóvich.
-Lamento decirle que el dueño de la librería no se encuentra.
-¿Tú no lo eres?
-No, yo solo estoy de paso.
-Como todos…
Su ropa tenía olor a café. Me observó atentamente reptando por las más profundas lobregueces de mi ser. Me sentí desnudo, transparente.  
-Los complejos entramados que componen las personalidades de los hombres no son tan complejos como piensas, solo debes ver más allá de sus deseos y obsesiones- observó distrayéndose luego con las agujas del reloj- ¿Sabe usted dónde puede haber un casino por aquí?
-No, no soy de este barrio.
-He descubierto una receta que puede ganarle a la ruleta.
-Pues me alegro por usted.
-Cuídese joven, que tenga buenas tardes.
Ya me estaba aburriendo esto de atender a extraños lectores y  su eterno desfile de extravagancias y acertijos con moldes de escultor.  Comenzaba a sentir la necesidad de respirar el mar o algún cabello enredado de mujer.
 Me dispuse a salir de la librería cuando un hombre vestido con sombrero y sobretodo negro se interpuso en la entrada.
-Hola- dijo.
-Hola.
-¿Te gusta la ajedrez campeón?
-Me gusta pero no soy ningún virtuoso.
-Eso no importa, lo que importa es la estrategia.
-Ya me estaba yendo señor…
-Marlowe. Philip Marlowe. Tal vez puedas ayudarme.
-No lo tengo. Lío en la Librería no lo tenemos.
-Oh.
Sus ojos vidriosos me miraban sosegados. Le hice un ademán para indicarle que deseaba irme.
-¿Podría hacerte unas preguntas?- indagó solemne.
-La verdad señor Marlowe que no. Pero no se preocupe, en esta historia no hay grandes intrigas ni asesinatos. Solo las fantasías de un joven escritor. Y si lo que necesita es una mujer, estoy seguro que usted podrá arreglárselas.
Le palmeé el hombro  y me fui.
El ruido de las calles me golpeó como un garrote celestial. Llovía. Olía a cemento y barro. Entré en un bar y crucé mis ojos con los de una hermosa dama. Ella sonrió. Yo sonreí. Sentí la mágica necesidad de perderme en una fábula, saqué mi viejo cuaderno de apuntes, y así, sirviéndome de la fantasía, comencé a escribir.
Entré en una librería, cuando para mi sorpresa…

2 comentarios:

Alcohólico con nombre dijo...

Muy bueno estimado!!! buen desfile de buenos escritores y personajes!!! este tiene que caminar bien en cualquier concurso!
Abrazo

Coriano dijo...

En el podio de tres no quedó...